jueves, 27 de septiembre de 2012

No sabemos hasta cuando la razón oculta la culpa, y hasta cuando la explicación de lo inexplicable, es locura.
No sabemos hasta cuando el sinsetido de algunas reflexiones, ocupan nuestro cerebro de forma frenética, o por qué aún sabiendo, que lo importante está delante de todo aquello,  no siempre lo anteponemos, mas bien lo contrario.
Días grises, pintados con brochita gorda llena de color, para poder mirar con belleza a los ojos de nuestros hijos.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Suelto, libero, dejo...retengo, sostengo, mantengo

Suelto a la bruja sin su escoba
y  libero a la madre de su oficio.
Suelto a la niña ingenua,
a la adulta que no banca
a la vieja sorda y ciega.
Suelto al monstruo de sus miedos
y a los niños de sus roles.
Suelto a la magia del hechizo
y  a los conjuros de amores.
Suelto al futuro de sus males,
y  al presente, del tiempo que nos queda…
Suelto  al inconsciente de su jaula
y a la represión de su sorpresa.
Suelto a los temores no concretos
y  les brindo escudos de hazañas.
Suelto a la intolerante cuarentona
y la dejo a solas con un beso.
Suelto al aire bocanadas de verdades
para que encajen en sus grietas.
Suelto toneladas de culpas,
para perderlas en el universo
Suelto el misterio del sonido
para escuchar un concierto.
Suelto la paciencia del silencio,
para pensar en un verso.
Suelto  del amor a la ternura
para convertirla en sexo.
Suelto de la rutina a las manos
que acarician tu cuerpo.
Suelto a las serias razones
porque  ya nadie escucha;
Suelto las conversaciones
porque pocos las añoran.
Suelto la mirada  a los ojos
para conseguir un encuentro.
Suelto la melancolía
porque si no, desespero.
Suelto la pura certeza
del mejor recuerdo.
Suelto  amistades que rulan
para amarrar las que tengo.
Suelto al desamor de la tristeza
para amar, al que quiero.


Gaby - set/2012







viernes, 31 de agosto de 2012

Gangrena de sentidos (niños soldados)


Gangrena de sentidos y emociones
Monstruo devorador de humano
Cada segundo capturas almas puras
cada segundo robas a sus madres,
la mirada de aquel niño
Ingenuo, travieso, amigo…
Se va contigo de una mano
con la otra a su madre saluda,
Nunca más volverá esa mirada
profunda, inocente , sentida.
La pubertad estalló en metralla
con dos armas, una en cada mano.
Maldito!! que de un humano hizo un asesino
y construyó un árbol marchito para siempre.
No hay remedio contra la muerte viva
No hay antídoto para la  inconsciencia,
donde el impulso es pensamiento,
donde la rabia crece como hiedra.
Desandar el camino es imposible
Devolver la  inocencia, una quimera.
La mirada, no tiene ojos para ver.
Lo profundo es un agujero.
La luz, una cloaca inmunda.
La esperanza, un sinsentido
La ilusión…qué es eso??
El futuro, ya es pasado.
Gangrena de sentidos y emociones..
Monstruo devorador de humano
Tú también tuviste mirada.

                 GABY- 6-12-10


sábado, 25 de agosto de 2012

Pasos de escuela


Si tuviera que contar los pasos, que di de mi casa a la escuela,primero calcularía cuántos  entran en 240 metros (de ida y de vuelta), luego multiplicaría los días lectivos, por la cantidad de los pasitos dados en 240 metros; aunque claramente no serían los mismos a los 6 años que a los 10 o 12, por lo que cada dos años tendría que calcular nuevamente la cuenta de pasos dados.
Sin embargo no puedo pensar en que los pasos de un niño fueran tan uniformados, ni tan acordes como los del un adulto, ni tan aburridos, ni tan disciplinados y poco sonantes.
En más de una ocasión correría, saltaría,y caería unos centímetros mas adelante, por lo que el cálculo de pasos no sería exacto a lo largo del camino.
Otras veces tomaría otras calles, con el motivo de buscar a algún compañero, entonces tampoco ese día contaría en la perfección de este ridículo cálculo; los días en que he enfermado, o en los que hubiera jugado a llegar saltando de la mano de mi hermana o de alguna vecina, o aquellos en los que justamente contáramos los pasos de hormiga o de gigante hasta llegar a la escuela.
En 240 metros no tengo ni idea de cuántos pasos daría al cabo de siete años, solo sé que di muchos y que fueron maravillosos, que fueron mi recreo y mi tarea, que fueron el delantal blanco y la vincha azul, los zapatos bien lustrados y la escarapela, los alfajores y la leche de cada mañana, la mochila de estreno y los cuadernos con forro de telaraña; el patio con techo de chapa, donde el agua daba un concierto cada vez que llovía, o las escaleras centrales, cuyos escalones estaban tan desgastados , que podías bajar derrapando por ellos; el comedor con sus ñoquis a medio hacer, o los baños con el jabón de huevo, lleno de dedos sucios que no paraban de rodar en todo el año. La izada de bandera en la entrada , y la bajada, cuando nos íbamos; el coro de voces que llegó hasta el “café de los ángelitos”… La familia al completo podía disfrutar de las fiestas o actos escolares un sábado por la mañana, que era el día elegido para que casi todos pudiesen acudir a verte . Las cámaras digitales no existían, y una cámara capaz de captar los movimientos, no estaba al alcance de todos, por lo que los actos eran ejemplares en sus silencios y en sus aplausos, y respetuosos de no invadir el espacio en el que los niños éramos los protagonistas.
240 metros son mucho más que pasos, lo sé, mucho más que un simple camino. La escuela fue mi ida y mi vuelta, y tal vez una mis despedidas mas tristes.
Observo, que la adulta que me domina actualmente, me creyó capaz de contar aquellos pasitos de forma exacta, pausada,ordenada… pero gracias a la niña que visitó mis recuerdos surgió la infancia , la que me  llevó tantas y tantas veces a desandar un camino para buscar otro, para divertirse con la inquietud del tiempo, para movilizar la rutina del paisaje, para sosegar la ansiedad de una mamá, nerviosa por la llegada a casa; o tal vez la niña que junto a sus amigos, desenmascaraba algún rincón oculto y misterioso, en lo que algún día fuera el hogar del maestro; ese edificio lateral contiguo a la escuela.
Definitivamente ganó la niña, a la que le es imposible calcular el tiempo, (aquel que en un principio intenté descifrar ,a través del cálculo de pasos,) que durante  7  años realicé de casa a la escuela y viceversa. El tiempo que me hace buscar lo que perdí, lo que dejé de encontrar, lo que aún no se presentó, o simplemente es el tiempo que ha pasado, el que me busca de forma irrefrenable para no olvidar que la inmortalidad de la escuela reflejada en la foto, es a la vez, la inmortalidad de los recuerdos, que hacen del reloj, un estúpido tic-tac.

Gaby –agosto de 2012

martes, 21 de agosto de 2012

La mitad de tu estructura, casi llegaba a mi hombro, y nunca imaginé que el crecimiento fuera tan voraz, tan abrupto, tan silencioso.
Las razones que no me consuelan debo buscarlas  en mi propia adolescencia, aunque es desconcertante saber que, a pesar de mi buena memoria, haya cosas que  he olvidado…
Las preguntas son desenfrenadas, y las respuestas tan esquivas…que encontrarte en medio de ese bosque de dudas, es una peregrinación infinita, y frustrante por momentos.
Por las noches observo la luz de tu mesita, que se refleja con insistencia en la pared de mi habitación; entonces me levanto con la excusa de ir al servicio o de beber y te miro, te saludo y veo que estás inmerso en tu universo de lectura, oyendo música al mismo tiempo. Me mirás y levantás la barbilla como respondiendo a mi: “buenas noches”! Me conformo, aún existo, aún necesita de mi saludo. No está tan ajeno, ni tan lejano.

sábado, 28 de julio de 2012

No puedo corresponder con respuestas,
no puedo intervenir con certezas,
no puedo liberar a  los vientos
amarrados sin cordura a la rutina.
No encuentro en ningún sitio mi sustancia
mis olores preferidos
mis lugares entrañables.
No puedo pensar en soledad
ni entender la dificultad que me lo impide.
No sé   por qué no tengo lo que me falta
y por qué lo que me sobra, me hace sentir la nada.
No, es todo lo que subyace,
cuando la nada parece instaurarse.
No, es el realismo que percibo.
No, es la única certeza que conozco
hasta que sí, me convenza:
de haber liberado a los vientos de mis días,
de haber movido las montañas
teniendo los pies en la tierra,
de haber salido a flote
con la cabeza en el agua
de haber llenado mi alma
sin una sola sonrisa vacía.

viernes, 27 de julio de 2012

60-40+20

60-40+20, no siempre  es fácil de pronunciar. Hasta ahora la decena que se anteponía era sencilla, graciosa, relajante, jovial, interesante, tersa, equilibrada, y lo mejor es que siempre se acompañaba de un final que hacía sentir que la juventud y la gloria estaban de tu parte: "añeros".
Una vez pases a tener en tu edad, aquel número que al revés parece una sillita, podés olvidarte de ese simpático final. Cuando la sillita se anteponga al 0, pasarás a tener un final tan detestable, como repugnante, aunque claro, todo depende de como lo lleves...al carajo!!! todos dirán: es una ....es un.... También es verdad que este final no es igual para los hombres. Por una vez, salimos ganando. "Entona" puede significar muchas cosas positivas: la primera, que sabés entonar una canción, la segunda que te caen bien los cubatas, las copas y las birras. Bien.  La tercera voy a inventarla porque necesito seguir viendo significados positivos: en-tona, o en-tono, puede referirse a tono muscular, que aún hay algo que está en su sitio...jajaja!!. Me río, por no llorar. A todo/a aquel que se le ocurra más, por favor, siempre que sea en positivo, que lo exponga.

Cigarrillo

No quiero mirar a los recientemente ex fumadores y pensar: "qué suerte , yo también sentí eso algún día...", sin embargo ahora, juego a fumar 3 o 4 cigarros al día, y eso me produce (además de un placer enorme) mucha culpa y sentimientos de nostalgia hacia los momentos en los que no probaba ninguno.
El domingo tomé la decisión , dejé de jugar al recreo adolescente, fumándome 3 o 4 cigarros al final de clase.
Hoy es viernes y desde el lunes no pruebo ni un cigarrillo. Retomé mis trotes por el campo, y volví a sentir esa gran satisfacción de encontrarme bien, tranquila y feliz conmigo misma.

jueves, 26 de julio de 2012

La noche encendida

Había un poco de niebla, sin embargo, el frío de julio pareció darse por vencido, dando lugar a un bochorno veraniego, inaudito en invierno.
Él se levantó de la cama, se colocó la toalla en la cintura y fue hacia el baño. A lo lejos podía escucharse el “sucusucusaca” que emitía cada vez que se desperezaba, y el cual era motivo de risa para sus nietos.
El hotel era el mismo de todas las temporadas, solo que esta vez, la ciudad feliz gozaba de su presencia en una época diferente. Julio no había sido nunca un mes de vacaciones para él, pero esta vez, un impulso lo llevó a viajar. Buenos Aires estaba muy cambiada, el aire enrarecido, la gente fuera de sí. La familia lo despidió sin hacerle preguntas. Sabían perfectamente por qué se iba, y a quién esperaba encontrar allí.
Después de darse una ducha, se puso una camisa blanca de manga corta, un pantalón azul pinzado y unos zapatos marrones. Tomó la glostora, que un rato antes había sacado del  bolso, y comenzó a peinar su pelo, para que ni uno solo se rebelara de entre los demás. Unas gotas de Old spice hicieron el resto. Antes de ir a desayunar, agarró el paquete de cigarrillos y lo guardó en el bolsillo de la camisa junto al encendedor. El día sería muy largo, la espera impaciente, y la ansiedad, necesitaría ser saciada con unos cuantos puchos.
Desayunó café y medialunas. Encendió un cigarrillo y se puso a leer el diario. Miró el tiempo venidero y pensó que lo mejor que podría haber hecho, era alejarse de Buenos Aires. Una vez más, entendió que ese, sería el día perfecto.
Cuando se despidió del conserje del hotel, avisó que no llegaría hasta la tarde. No recibiría ninguna llamada, y tampoco a nadie que fuese a buscarlo allí. Entendió que aún le quedaban algunas horas, y pensó que caminar sin rumbo, por el momento, era el mejor plan. La costa lo llevaría, y lo traería de vuelta. Mientras comenzaba su caminata, encendió otro cigarrillo, y otro, y uno más…Pensó en la inmensidad del mar, durante una extensa mirada horizontal, pensó en la felicidad, en la alegría, en todo lo que había vivido, en todo lo que aún le quedaba por vivir; meditó un buen rato sin dejar de mirar las olas que rompían cerca de la rambla y salpicaban sus zapatos recién lustrados.
Sus hermosos ojos grises y su piel tostada, no pasaban desapercibidos por un grupo de jovencitas, que también veían el mar, sin embargo él parecía inmutable, quieto, sereno y a apenas fue capaz de sentir que otras personas rondaban a su alrededor, mirando el mar.
Regresó al hotel después del mediodía, algo extraño, pues su horario de almuerzo era inamovible, por norma general. Almorzó un pebete de jamón y queso y tomó vino con soda.
Durmió la siesta, y al despertar volvió a engominar su pelo, y a ponerse su mejor camisa para pasar la tarde y recibir a la noche. Se sentó en el balcón de su habitación y antes de salir de paseo, se quedó mirando el mar. Sus ojos, no dejaban de sollozar, cada vez más grises, cada vez más hondos. Solo esperaba a que llegara la noche. Esperaba la majestuosidad de las luces encendiendo el cielo. Él la estaba esperando.
Ella se sentía cansada, Buenos Aires estaba fría y desamorada. Pensó entonces que era momento de cambiar de aire.
 Preparó el bolso, se pintó los labios de rojo y salió a la calle. Su pelo negro, largo y hermoso, comenzó a despeinarse con la brisa invernal.  El tren estaba en la estación y ella no podía dejarlo ir. Corrió y llegó exhausta. Aún faltaban 7 horas…
Ella veía como lloraban sus hijos y sus nietos, pero no podía evitar ese viaje. Ya había estado mucho tiempo con ellos, y había visto todo lo que tenía que ver.
Para ellos estaba viejita,  flaca y un poco decrépita.
Para él, era la morocha más linda del mundo, con un cuerpo de infarto y una memoria prodigiosa para recordar cualquier anécdota, recitar, entonar y cantar lo que se le pusiera por delante.
Para ellos, ya casi no podía tenerse en pie, respiraba a duras penas y se asfixiaba en cada suspiro.
Para él, ella corría, bailaba y tenía la fuerza de un roble centenario; su aliento levantaba la gomina más pegajosa, y era capaz de ir y volver a la luna una y mil veces.
Llevaban mucho tiempo separados, pero más enamorados que nunca.
Ellos se despidieron, dejándola ir.
Él la vio bajar del tren, llena de toda su hermosura. La tomó de la mano, y la noche se encendió de pronto.
Se abrazaron muy fuerte. Ella dijo : ¡Viejo! . Él, la miró con sus ojos grises y enrojecidos de emoción; le respondió: ¡Vieja!.
Ella quería divertirse, él quería complacerla. El hotel estaba un poco lejos, pero el camino se hizo corto. Dejaron el bolso en la habitación y él le dijo que pidiera un deseo.
Ella le recordó que hacía mucho tiempo que no jugaba a la ruleta, y el casino estaba cerca.
Vamos viejo??.- Vamos, le dijo él.
Aquella noche, jamás volvería a apagarse.





A mis abuelos.
Gaby- julio 2012