sábado, 25 de agosto de 2012

Pasos de escuela


Si tuviera que contar los pasos, que di de mi casa a la escuela,primero calcularía cuántos  entran en 240 metros (de ida y de vuelta), luego multiplicaría los días lectivos, por la cantidad de los pasitos dados en 240 metros; aunque claramente no serían los mismos a los 6 años que a los 10 o 12, por lo que cada dos años tendría que calcular nuevamente la cuenta de pasos dados.
Sin embargo no puedo pensar en que los pasos de un niño fueran tan uniformados, ni tan acordes como los del un adulto, ni tan aburridos, ni tan disciplinados y poco sonantes.
En más de una ocasión correría, saltaría,y caería unos centímetros mas adelante, por lo que el cálculo de pasos no sería exacto a lo largo del camino.
Otras veces tomaría otras calles, con el motivo de buscar a algún compañero, entonces tampoco ese día contaría en la perfección de este ridículo cálculo; los días en que he enfermado, o en los que hubiera jugado a llegar saltando de la mano de mi hermana o de alguna vecina, o aquellos en los que justamente contáramos los pasos de hormiga o de gigante hasta llegar a la escuela.
En 240 metros no tengo ni idea de cuántos pasos daría al cabo de siete años, solo sé que di muchos y que fueron maravillosos, que fueron mi recreo y mi tarea, que fueron el delantal blanco y la vincha azul, los zapatos bien lustrados y la escarapela, los alfajores y la leche de cada mañana, la mochila de estreno y los cuadernos con forro de telaraña; el patio con techo de chapa, donde el agua daba un concierto cada vez que llovía, o las escaleras centrales, cuyos escalones estaban tan desgastados , que podías bajar derrapando por ellos; el comedor con sus ñoquis a medio hacer, o los baños con el jabón de huevo, lleno de dedos sucios que no paraban de rodar en todo el año. La izada de bandera en la entrada , y la bajada, cuando nos íbamos; el coro de voces que llegó hasta el “café de los ángelitos”… La familia al completo podía disfrutar de las fiestas o actos escolares un sábado por la mañana, que era el día elegido para que casi todos pudiesen acudir a verte . Las cámaras digitales no existían, y una cámara capaz de captar los movimientos, no estaba al alcance de todos, por lo que los actos eran ejemplares en sus silencios y en sus aplausos, y respetuosos de no invadir el espacio en el que los niños éramos los protagonistas.
240 metros son mucho más que pasos, lo sé, mucho más que un simple camino. La escuela fue mi ida y mi vuelta, y tal vez una mis despedidas mas tristes.
Observo, que la adulta que me domina actualmente, me creyó capaz de contar aquellos pasitos de forma exacta, pausada,ordenada… pero gracias a la niña que visitó mis recuerdos surgió la infancia , la que me  llevó tantas y tantas veces a desandar un camino para buscar otro, para divertirse con la inquietud del tiempo, para movilizar la rutina del paisaje, para sosegar la ansiedad de una mamá, nerviosa por la llegada a casa; o tal vez la niña que junto a sus amigos, desenmascaraba algún rincón oculto y misterioso, en lo que algún día fuera el hogar del maestro; ese edificio lateral contiguo a la escuela.
Definitivamente ganó la niña, a la que le es imposible calcular el tiempo, (aquel que en un principio intenté descifrar ,a través del cálculo de pasos,) que durante  7  años realicé de casa a la escuela y viceversa. El tiempo que me hace buscar lo que perdí, lo que dejé de encontrar, lo que aún no se presentó, o simplemente es el tiempo que ha pasado, el que me busca de forma irrefrenable para no olvidar que la inmortalidad de la escuela reflejada en la foto, es a la vez, la inmortalidad de los recuerdos, que hacen del reloj, un estúpido tic-tac.

Gaby –agosto de 2012

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